Los frentes abiertos se multiplican y Elena y Juliocomienzan a tambalearse en su intento por mantener a flote el restaurante. La inesperada aparición de César, padre del difunto marido de Elena, añade aún más tensión. Para su sorpresa, el aristócrata no llega con ánimo de venganza, sino con la intención de esclarecer lo que realmente ocurrió con su hijo. Aunque podría tratarse de una trampa, Elena intuye sinceridad en su suegro y decide confesarle toda la verdad. Mientras tanto, la paciencia de Don Benito se agota y empieza a presionar a Julio por la deuda pendiente con métodos mucho más agresivos. Acorralado, Julio recurre a ‘la carnicera’, una inquietante prestamista que le impone unas condiciones tan arriesgadas como peligrosas.
A todo esto, la crítica devastadora publicada en el periódico provoca un efecto inmediato: mesas vacías, reservas canceladas y una profunda sensación de fracaso entre las chicas del equipo que acaba generando tensión entre ellas. Igual que entre Elena y Julio, que, tras su beso no encuentran el momento para hablar y se evitan todo el tiempo. Para colmo, Lola le confiesa a Elena que sospecha que Julio podría estar viéndose con otra mujer.
Ana y Roberto, por su parte, siguen envueltos en su particular guerra. La situación escala hasta el punto de que, tras una vil jugada por parte de Ana, el joven camarero acaba despedido. Por si todo esto fuera poco, la enfermedad de Lourdes termina saliendo a la luz y el equipo, dividido sobre cómo actuar, acaba votando para decidir si la cocinera debe seguir trabajando o abandonar el restaurante. Solo Cecilia parece vivir un respiro: Manuel por fin se da cuenta de que está enamorado de ella y se declara.
Sin embargo, la acumulación de problemas, la falta de clientes, las tensiones internas y la incertidumbre terminan por empujar a Elena y Julio a una difícil decisión: cerrar La Favorita. Durante la cena en la que Elena reúne al equipo para comunicar la noticia, Cecilia empieza a encontrarse mal y a vomitar.