Gabriela Hinojosa se ha proclamado ganadora de ‘MasterChef 13’, una de las finales más apasionantes y reñidas del talent. La emisión fue líder de audiencia y logró máximo de temporada, con un 15,1% de cuota y 864.000 espectadores de media, que llegaron hasta los 3 millones de contactos a lo largo del programa.
A lo largo de las 13 semanas de competición en ‘MasterChef 13’, Gabriela ha demostrado ser una trabajadora incansable. Siempre quiso dedicarse a la cocina, aunque su padre la convenció de que aprendiera finanzas. Su pasión por la gastronomía no dejó nunca de crecer y, durante su tercer embarazo, en el sexto mes de gestación, decidió dar el paso. Gabriela ha conseguido superar todas las adversidades, hasta convertirse en la ganadora.
A través de sus elaboraciones, Gabriela quiso compartir un pedazo de su historia, al recorrer su pasado, su presente y su futuro. Cada plato estaba dedicado a sus padres, a su marido y a sus hijos, sin olvidar la tierra donde reside actualmente, Valencia, cuya presencia también estuvo en la mesa. Su ambicioso menú conquistó al jurado y a los chefs invitados, Joan Roca y Quique Dacosta (con 3 estrellas Michelin cada uno), y culminó con un postre que Joan Roca describió como digno de un restaurante con tres estrellas Michelin.
Por su parte, Bea cocinó un menú con el queso como hilo conductor, con el que rindió homenaje a su familia, sus raíces y a todo aquello que ha marcado su carácter y le ha impulsado a llegar hasta esta final.
La ganadora del talent culinario obtuvo el trofeo que le acredita como campeona de MasterChef España y un premio en metálico de 100.000 euros. Además, el 16 de julio llegará a las librerías su libro de recetas. Su formación continuará con un Máster en Cocina, Técnica, Producto y Creatividad, del Basque Culinary Center, en San Sebastián. Este mismo centro premiará también al segundo y al tercer clasificado: Bea cursará un Máster en Cocina Dulce y Pastelería de Restaurante, mientras que Ismael disfrutará de un Curso de Especialización de cinco semanas.
El entrante de Gabriela consistió en una ensalada de atún con crujiente de plancton, esferas de albahaca, emulsión de higos y salsa cítrica. Después, sirvió una reinterpretación del clásico bocata de calamares: calamar cocinado a baja temperatura, panceta, gotas de tempura, emulsión y mahonesa de sriracha, coronado con una cúpula de obulato. Para terminar, un postre de pavlova con espuma de horchata, fresas osmotizada con amaretto, gel de naranja, flor de azahar y naranja osmotizada con agua de Valencia.
“Mientras haya padres, hay hogar” fue el nombre del entrante que dedicó a sus progenitores. “La última vez que comí con mi padre fue en un sitio de Cádiz que a él le encantaba; siempre pedía el carpaccio de paladar de atún. He querido hacer una versión de ese plato”, compartió emocionada. “Técnicamente está perfecto”, elogió Joan Roca. Samantha Vallejo-Nágera añadió: “Desde el primer día se te ve trabajar más de lo que pedimos. No te asusta nada, puedes con todo, y este plato lo refleja”.
El principal estaba dedicado a su marido, Curro, al que tituló “La elección más importante de mi vida”. Inspirada en el emblemático bocata de calamares, su receta nació del recuerdo de un momento muy especial para la pareja, ya que, tras pedirle Curro en matrimonio, frente a la Almudena, lo celebraron con uno de estos bocadillos. “Esto es un 10. Es un bocata de calamares visto con otros ojos: divertido, moderno… Está muy bueno”, dijo Pepe Rodríguez.
El broche de oro lo puso con el postre, “Sin esfuerzo no hay recompensa”, una representación de su visión de futuro en Valencia, que decidió recrearlo como una auténtica falla valenciana. “Si Valencia es la tierra de las flores, de la luz y del color, aquí está perfectamente escenificada. Creo que toda valenciana y valenciano se sentiría muy orgulloso de este plato, y desde aquí, como valenciano, te doy las gracias por el homenaje”, dijo Quique Dacosta. Este dulce fue una dedicatoria a sus hijos (Curro, Gabriela y Pepa), a quienes quiso destacar la importancia de luchar por los sueños, convirtiéndose en un ejemplo para ellos, tal como sus padres lo fueron para ella.
En ‘MasterChef’, Bea ha encontrado el punto de partida hacia una nueva vida entre fogones, dejando atrás su etapa como comercial en la quesería manchega de su padre. Exigente, trabajadora y minuciosa, la segunda duelista presentó un menú manchego bautizado “Mi familia”. El queso, ingrediente imprescindible en su vida, sirvió de hilo conductor de sus elaboraciones.
El primer plato, “A mi madre”, era una flor de calabacín rellena con mousse de queso manchego, acompañada de verduras al horno, mahonesa de huevo frito, coulis de piquillo y aire de pimiento verde. Con esta creación, la aspirante quiso trasladar a los comensales a uno de sus recuerdos familiares favoritos: cuando hacían conservas con los productos de la huerta que los vecinos le regalaban. “En esa construcción abstracta que tiene el plato, narra perfectamente ese momento. Si no nos hubieras contado esa historia, casi seguro que lo hubiéramos entendido comiéndolo. Al final, es lo que tiene que hacer un plato: hablar por sí mismo”, valoró Quique Dacosta. El jurado reconoció que era un plato de alta cocina manchega, aunque señalaron que hubieran agradecido mayor presencia del queso en el relleno. A pesar de eso, Pepe Rodríguez bromeó con copiarlo.
De segundo preparó un solomillo de ciervo con una demi-glace con su propio jugo, perrechicos salteados con trufa, emulsión de castaña y un cremoso de patatas y queso de oveja curado al romero y daditos de membrillo. A través de este plato, intentó reflejar todo lo que su padre representaba para ella. “Es absolutamente impecable, digno de un tres estrellas Michelin. Está muy bien ejecutado”, le felicitó Joan Roca tras pedirle que se dedicara “a la cocina”. Por su parte, Dacosta señaló que “la virtud del plato” era no estropearlo: “Hay una fragilidad muy importante entre que el lomo te quede seco o jugoso, y en estas carnes especialmente. Por lo que, no solamente es un acierto, sino que no tiene errores y, técnicamente, hay que tenerlo en cuenta”.
La cata finalizó con un postre salado compuesto por un helado de queso añejo tostado con gel de cítricos, tierra de rosquillas, crujientes de miel, moras nitro y uvas carbonatadas. Se lo dedicó a su hermano, al ser “la mejor persona” que conoce y de quien aprendió “el valor de la lealtad”.